Sobre textos de Tony Robbins
Creencias

Tony Robbins nos cuenta:
“Era un hombre amargado y cruel, un alcohólico y drogadicto que estuvo a punto de matarse en varias ocasiones. En la actualidad, cumple una sentencia de cadena perpetua por el asesinato del cajero de una tienda de licores que «se interpuso en su camino». Tiene dos hijos, nacidos con apenas once meses de diferencia, uno de los cuales creció para ser «justo como papá»: un drogadicto que vivió del robo y de las amenazas a los demás, hasta que también acabó en la cárcel por intento de asesinato. Su hermano, sin embargo, tiene una historia diferente: un hombre que educa a tres hijos, disfruta de su matrimonio y parece ser realmente feliz. Como director regional de una gran empresa nacional, su trabajo le ofrece desafíos y recompensas. Es una persona físicamente delgada, y no es adicto ni al alcohol ni a las drogas.
¿Cómo es posible que estos dos hombres hayan resultado ser tan diferentes, después de haber crecido ambos en el mismo ambiente?
A ambos, se les preguntó en privado, sin que supieran que también se le había preguntado al otro: « ¿Por qué ha dirigido su vida por este camino?» Sorprendentemente, ambos dieron la misma contestación:
«¿En qué otra cosa podría haberme convertido, después de haber crecido con un padre como el mío?»”
Se tiende a creer que las circunstancias y el ambiente controlan nuestras vidas. Nada más lejano. No son las circunstancias lo que nos dominan, sino las creencias que tenemos acerca de ellas.
Las creencias son lo que establece la diferencia entre una vida de alegre contribución y otra de miseria y devastación. Las creencias son lo que convirtió a algunos individuos en héroes, mientras que a otros les indujo a «llevar vidas de tranquila desesperación».
¿Para qué están nuestras creencias? Son la fuerza guía que nos va a conducir hacia el dolor y el placer. Cada vez que nos sucede algo en la vida, nuestro cerebro plantea dos preguntas:
¿significará esto dolor o placer?;
¿qué debo hacer para evitar dolor y/u obtener placer?
Las respuestas a estas dos preguntas se basan en nuestras creencias, y nuestras creencias se ven impulsadas por nuestras generalizaciones acerca de lo que aprendimos que conduce: al dolor y al placer. Esas generalizaciones guían todas nuestras acciones y, en consecuencia, la dirección y calidad de nuestras vidas.
Las generalizaciones pueden ser muy útiles; se trata, simplemente, de la identificación de pautas similares. Por ejemplo, ¿qué te permite abrir una puerta? Observás una manija y, aunque no viste una semejante hasta ahora, en general podés sentirte seguro de que la puerta se va a abrir si la haces girar arriba o abajo, a derecha o izquierda, o si la empujas o tiras de ella. ¿Por qué lo creés así? Sencillamente, tu experiencia con las puertas te proporcionó referencias suficientes como para crear una sensación de certidumbre que te permite completar la acción. Sin esa sensación de certidumbre seríamos virtualmente incapaces de salir de casa, conducir un coche, usar un teléfono o hacer cualquiera de las muchas cosas que hacemos cada día. Las generalizaciones simplifican nuestra vida y nos permiten funcionar.
Desgraciadamente, las generalizaciones en ámbitos más complejos de nuestra vida pueden simplificar en exceso y producir creencias limitadoras. Quizás fallaste a la hora de completar la acción en unas pocas tareas emprendidas en tu vida y, basándote en ello, desarrollaste la creencia de que sos incompetente. Una vez convencido de que esto es “cierto”, puede transformarse en una de esas profecías auto cumplidas. Podés decirte: «¿Por qué lo voy a intentar si, de todos modos, no voy a llegar hasta el final?» O quizás hayas tomado unas pocas decisiones deficientes en los negocios, o en las relaciones con los demás, y hayas interpretado que eso significa que siempre te «saboteas» a vos mismo. O quizá no aprendiste en la escuela con la misma rapidez que te parecía aprendían los demás compañeros y en lugar de considerar la idea de que disponías de una estrategia de aprendizaje diferente, decidiste que estabas incapacitado para aprender».
Lo que sucede con todas estas creencias es que se convierten en limitantes para las decisiones futuras acerca de quién sos y de qué sos capaz. Necesitamos recordar que la mayoría de nuestras creencias son generalizaciones sobre nuestro pasado, basadas en nuestras interpretaciones de experiencias dolorosas y placenteras.



El desafío es triple:
La mayoría de nosotros no decidimos conscientemente en qué vamos a creer; nuestras creencias se basan a menudo en una mala interpretación de experiencias pasadas; y una vez que adoptamos una creencia, olvidamos que sólo se trata de una interpretación.
Empezamos a considerar nuestras creencias como si se tratara de realidades, como si fueran el evangelio. De hecho, raras veces, si es que lo hacemos alguna vez, cuestionamos nuestras creencias mantenidas desde hace tiempo.
Hagamos lo que hagamos, procede de nuestras creencias, conscientes o inconscientes, de que eso nos conducirá al placer o nos alejará del dolor. Si deseas crear cambios consistentes y perdurables en tus comportamientos, debés cambiar las creencias que te están sosteniendo.
Las creencias tienen el poder de crear y de destruir.
Los seres humanos tenemos una imponente habilidad para tomar cualquier experiencia de nuestras vidas y crear un significado que nos incapacita o que puede salvar literalmente nuestras vidas. Algunas personas tomaron el dolor de su pasado y se dijeron: «Debido a eso, voy a ayudar a los demás. Como yo fui violada, procuraré que nadie vuelva a serlo». O bien: «Como perdí a mi hijo o a mi hija, voy a procurar establecer una diferencia en el mundo». No se trata de algo en lo que esas personas desearan creer, sino que más bien adoptan este tipo de creencia como una necesidad de ser capaces de recoger los fragmentos y seguir adelante, llevando vidas capacitadas. Todos tenemos capacidad para crear significados que nos den poder, pero muchos de nosotros nunca la aprovechamos, o ni siquiera la reconocemos.
Si no adoptamos la creencia de que hay una razón para las tragedias inexplicables de la vida, entonces empezamos a destruir nuestra capacidad para vivir realmente. Cuando el psiquiatra Viktor Frankl y otras víctimas del Holocausto sobrevivieron a los horrores de Auschwitz y de otros campos de concentración, observó la necesidad de ser capaces de crear un significado a partir de las experiencias más dolorosas de nuestras vidas. Frankl observó que aquellos pocos y especiales que habían logrado sobrevivir a este «infierno en la Tierra» tenían una cosa en común: fueron capaces de soportar y transformar su experiencia, encontrando un significado capacitador para su dolor. Desarrollaron la creencia de que, como habían sufrido y sobrevivido, serían capaces de contar su historia y asegurarse de que ningún otro ser humano, sufriera jamás de ese modo.
Las creencias no se limitan a golpear nuestras emociones o acciones. Pueden cambiar literalmente nuestros cuerpos en cuestión de momentos. Hasta enfermedades como la diabetes, el cáncer o la hipertensión aparecen y desaparecen, dependiendo de la creencia de la persona en cuanto a qué personalidad está manifestándose.
Las creencias tienen incluso la capacidad de arrollar el impacto de los medicamentos sobre el cuerpo. Aunque la mayoría de la gente cree que los medicamentos curan, los estudios desarrollados por la nueva ciencia de la psiconeuroinmunología (la relación mente-cuerpo) empezaron a demostrar lo que muchos otros habían sospechado desde hacía siglos: nuestras creencias sobre la enfermedad y su tratamiento juegan un papel significativo, quizás incluso más importante que el propio tratamiento.
Una buena demostración de ello fue un experimento pionero en el que se pidió a cien estudiantes de medicina que participaran en un ensayo con dos nuevos medicamentos. Se les describió uno de ellos como un súper estimulante contenido en una cápsula roja, y el otro como un súper tranquilizante contenido en una cápsula azul. Sin que los estudiantes lo supieran, se había intercambiado el contenido de las cápsulas: la roja era un barbitúrico y la azul una anfetamina. No obstante, la mitad de los estudiantes desarrolló reacciones físicas en consonancia con lo que ellos mismos esperaban, y que eran exactamente opuestas a las reacciones químicas que deberían haber producido esos medicamentos en sus cuerpos. A esos estudiantes no se les administraron placebos, sino verdaderos medicamentos. Pero sus creencias arrollaron el impacto químico del medicamento en sus cuerpos. La utilidad de un medicamento «es el resultado directo no sólo de las propiedades químicas del medicamento, sino también de la creencia del paciente sobre la utilidad y efectividad del mismo».



“Los medicamentos no siempre son necesarios, [pero] la creencia en la recuperación siempre lo es.”
by NORMAN COUSINS.
Debemos darnos cuenta de que nuestras creencias tienen la capacidad para hacernos sentir enfermos o sanos en un instante. Se demostró que las creencias afectan a nuestros sistemas inmunológicos. Y, lo que es más importante, que pueden darnos la resolución para emprender una acción, o debilitar y destruir nuestro impulso. En este mismo instante, las creencias configuran cómo respondés a lo que estás leyendo, y qué vas a hacer con lo que estás aprendiendo.
A veces, desarrollamos creencias para crear limitaciones o fortalezas dentro de un contexto muy específico; por ejemplo, cómo nos sentimos en cuanto a nuestra habilidad para cantar o bailar, arreglar un coche o efectuar un cálculo. Otras creencias son tan generalizadas que dominan virtualmente cada uno de los aspectos de nuestras vidas, ya sea negativa o positivamente.
Estas generalizaciones gigantescas se expresan a menudo como es/soy/son: «la vida es…», «yo soy…», «las personas son…». Como ya podés imaginarte, creencias de esta magnitud tienen capacidad para configurar y matizar cada aspecto de nuestras vidas. Lo bueno de esto consiste en que efectuar un cambio en una creencia global limitante que puedas tener ahora, cambia virtualmente cada aspecto de tu vida en un solo instante.
Recordá: una vez aceptadas, nuestras creencias se transforman en órdenes incuestionables para nuestros sistemas nerviosos, y tienen el poder para expandir o destruir las posibilidades de nuestro presente y futuro.
En consecuencia, si queremos dirigir nuestras vidas debemos ejercer un control consciente sobre nuestras creencias. Y para hacerlo así, antes tenemos que comprender qué son en realidad y cómo se forman.
¿QUÉ ES UNA CREENCIA?
Se trata de un sentimiento de certidumbre sobre algo. Si afirmas creer que sos inteligente, lo que estás diciendo en el fondo es: «Siento la certidumbre de que soy inteligente». Esa sensación de certidumbre te permite aprovechar recursos capaces de producir resultados inteligentes.
Una forma sencilla de comprender una creencia consiste en pensar en el elemento básico que la constituye: una idea. Hay muchas ideas en las que se puede pensar, y no creer. Tomemos, por ejemplo, la idea de que sos una persona sexy. Frená por un segundo y decite a sí mismo: «Soy sexy». Ahora bien, la diferencia entre una idea y una creencia dependerá de la cantidad de certidumbre que sientas acerca de esta frase en el momento de decirla. Si pensás: «Bueno, en realidad no soy sexy», lo que estás diciendo verdaderamente es: «No me siento muy seguro de que yo sea sexy».
¿Cómo transformamos una idea en una creencia?
Si sos capaz de imaginarte una idea como una mesa sin patas, te habrás hecho una representación bastante acertada de por qué una idea no se siente de una forma tan cierta como una creencia. Sin patas, esa mesa ni siquiera puede sostenerse por sí misma. La creencia, por su parte, tiene patas. Si crees realmente que sos sexy, ¿cómo lo sabes? ¿Acaso no es cierto que disponés de algunas referencias que apoyan esa idea, algunas experiencias en la vida que la corroboran? Pues ésas son las patas que convierten la mesa en algo sólido, que transforman su creencia en certidumbre.
¿Cuáles son algunas de las experiencias de referencia que tuviste? Quizá los hombres y las mujeres te dijeron que sos sexy. O quizá se te miraste en el espejo, comparaste tu imagen con la de otras personas consideradas sexys y se te dijiste: «¡Eh, pero si soy igual que ellas!» O quizá personas extrañas acercan en la calle y te piropean.
Todas estas experiencias no significan nada hasta que las organizás bajo la idea de que sos sexy. Al hacerlo así, las patas hacen que te sientas convencido de la idea, y te inducen a empezar a creer en ella. sentís que tu idea es cierta, y ahora es cuando se convirtió en una creencia.
Una vez comprendida esta metáfora, podés empezar a comprender cómo se forman las creencias, y obtener un atisbo de cómo podés cambiarlas. Antes, sin embargo, es importante observar que podemos desarrollar creencias sobre cualquier cosa si encontramos patas suficientes (experiencias suficientes de referencia) sobre las que apoyarlas. Pensalo. ¿Acaso no es cierto que tuviste en tu vida experiencias suficientes, o que conocés lo bastante a otras personas que pasaron por momentos duros en sus relaciones con otros seres humanos, como para desarrollar, si así lo quisieras, la creencia de que la gente está corrompida y de que, si se le diera una mínima oportunidad, se aprovecharía de vos? Quizá no quieras creer eso, y ya hemos visto que esa creencia puede ser incapacitadora pero ¿verdad que tenés experiencias que apoyan esa idea y que podrían hacerte sentir seguro de ello si así lo quisieras? ¿Acaso no es igualmente cierto que tuviste en la vida experiencias (referencias) que apoyan la idea de que, si te preocupas realmente por los demás y los tratas bien, ellos se comportarán básicamente como buenas personas y estarán también dispuestos a ayudarte?
La cuestión que aquí se nos plantea es: ¿cuál de estas dos creencias es la verdadera?
La respuesta es que no importa cuál sea la verdadera. Lo que importa es saber cuál de las dos nos capacita más. Todos podemos encontrar a alguien para apoyar nuestra creencia y hacernos sentir más seguros sobre ella. Así es como los seres humanos somos capaces de racionalizar.
La cuestión clave, una vez más, consiste en saber si esa creencia nos fortalece o nos debilita, nos capacita o nos incapacita sobre una base cotidiana. Así pues, ¿cuáles son las posibles fuentes de referencias en nuestras vidas? Desde luego, podemos extraerlas de nuestras experiencias personales. A veces, acumulamos referencias a través de la información que obtenemos de otras personas, de los libros, las cintas grabadas, las películas, etcétera. Y en ocasiones nos formamos referencias basadas exclusivamente en nuestra imaginación.
La intensidad emocional que sentimos con respecto a cualquiera de estas referencias afectará de forma definitiva la fortaleza y anchura de esa pata. Las patas más fuertes y sólidas se hallan formadas por las experiencias personales a las que hemos adscrito mucha emoción porque fueron dolorosas o placenteras. El otro factor en juego es el número de referencias que tenemos; evidentemente, cuanto mayor sea el número de experiencias de referencia que apoyen una idea, tanto más fuerte será la creencia que pongamos en ella.
¿Tienen que ser las referencias exactas para que estés dispuesto a utilizarlas? No, pueden ser reales o imaginarias, exactas o inexactas; incluso las que constituyen nuestras experiencias personales, por muy sólidamente que las sintamos, pueden verse distorsionadas por nuestra propia perspectiva personal.
Como quiera que los seres humanos somos capaces de tales distorsiones e invenciones, las patas de referencia que podemos utilizar para sostener nuestras creencias son virtualmente ilimitadas. La otra cara de esta moneda es que, al margen de dónde procedan nuestras referencias, empezamos a aceptarlas como reales, y ya no las cuestionamos. Eso puede tener consecuencias negativas muy poderosas, dependiendo de las creencias que adoptemos. Por la misma razón, tenemos la habilidad para usar referencias imaginadas que nos impulsen en la dirección de nuestros sueños. La gente puede alcanzar éxito si se imagina algo de una forma tan vívida como si hubiera tenido la experiencia real. Ello se debe a que nuestro cerebro no puede establecer la diferencia entre algo imaginado vívidamente y algo experimentado en la realidad. Con una intensidad emocional y una repetición suficientes, nuestros sistemas nerviosos experimentan algo como real, aun cuando no haya ocurrido todavía.
Todas las personas que lograron grandes cosas tienen la habilidad para lograr sentirse seguras de que pueden alcanzar el éxito, aunque nadie lo haya conseguido antes que ellas. Fueron capaces de crear referencias allí donde antes no existían, y lograr así lo que parecía imposible.
Cualquiera que utilice una computadora reconocerá con facilidad el nombre «Microsoft». Pero la mayoría de la gente no se da cuenta de que Bill Gates, el cofundador de esa empresa, no fue simplemente un genio con suerte, sino una persona que avanzó sin referencias que apoyaran su creencia. Al descubrir que una empresa de Alburquerque estaba desarrollando algo denominado «computadora personal» y que necesitaba un software, se puso en contacto con ellos y les prometió entregárselo, a pesar de que en ese momento no lo tenía. Su verdadero genio consistió en la habilidad para crear una sensación de certidumbre. Había mucha gente tan inteligente como él, pero él utilizó su certidumbre para aprovechar sus propios recursos, y pocas semanas más tarde él y su socio había desarrollado un lenguaje que hizo posible la computadora personal.
Al avanzar para afrontar el problema y encontrar un camino, Bill Gates puso ese día en movimiento una serie de acontecimientos que terminarían por cambiar la forma de hacer los negocios, al mismo tiempo que se convertía en multimillonario a la edad de treinta años.
¡La certidumbre trae consigo el poder!
¿Conocés la historia de los 2 km en cuatro minutos? Durante miles de años, la gente sostuvo la creencia de que era imposible para un ser humano recorrer 2 km de distancia en menos de cuatro minutos. En 1954, sin embargo, Roger Bannister rompió esta imponente barrera. Se dispuso a conseguir lo imposible, no sólo mediante una preparación física, sino también mediante el constante ensayo del intento en su mente, rompiendo mentalmente la barrera de los cuatro minutos en tantas ocasiones, y haciéndolo con tanta intensidad emocional, que creó referencias vívidas que se convirtieron en una orden incuestionable para que su sistema nervioso produjera el resultado. Mucha gente, sin embargo, no se da cuenta de que el aspecto más grandioso de esta hazaña es lo que hizo para los demás. Nadie había sido capaz de recorrer los 2 km en cuatro minutos en toda la historia de la raza humana, pero un año después de que Roger rompiera esa barrera, ya lo habían conseguido también otros treinta y siete corredores.
Su experiencia les proporcionó referencias lo bastante fuertes como para crear la sensación de certidumbre de que ellos también podían «hacer lo imposible». Un año más tarde ya eran tres cientos corredores los que habían hecho lo mismo.
“La creencia que se convierte en verdad para mí… es aquella que me permite hacer un mejor uso de mi fuerza, el mejor medio de poner en acción mis virtudes.”
by ANDRÉ GIDE.
La gente desarrolla con frecuencia creencias limitadoras acerca de quiénes son y de qué son capaces. Como no alcanzaron el éxito en el pasado, creen que no lo podrán alcanzar en el futuro. Como resultado, y a partir de su temor al dolor, empiezan a enfocar constantemente la atención en ser «realistas». La mayoría de quienes dicen una y otra vez «Seamos realistas» está viviendo en realidad en el temor, mortalmente asustada ante la posibilidad de verse defraudada de nuevo. A partir de ese temor, desarrollan creencias que les hacen vacilar, no están dispuestos a entrego todo y, en consecuencia, obtienen resultados limitados.



Los grandes líderes raras veces son «realistas». Son inteligentes y precisos, pero no realistas según el criterio de los demás. Porque, lo que es realista para una persona, puede ser totalmente diferente de lo que es realista para otra, basado en sus referencias. Gandhi creía poder alcanzar la independencia de la, India sin oponerse de forma violenta a Gran Bretaña, algo que jamás se había hecho hasta entonces. No estaba siendo realista pero, desde luego, demostró ser exacto. Por eso mismo, tampoco fue nada realista que un hombre creyera poder ofrecer al mundo felicidad construyendo un parque de atracciones en medio de un naranjal, y cobrando a la gente no sólo por subir en las atracciones, sino incluso por entrar en el recinto. Y, sin embargo, Walt Disney poseía un sentido de la certidumbre como pocas personas, y fue ese optimismo suyo el que transformó sus circunstancias.
Si tenés que cometer algún error en la vida, equivocate por el lado de la sobrestimación de tus capacidades (siempre y cuando eso no ponga en peligro tu vida, claro está). Y a propósito, eso es algo difícil de hacer, ya que la capacidad humana es tan grande como no nos atreveríamos a soñar la mayoría de nosotros. Se dedicaron numerosos estudios a analizar las diferencias entre las personas deprimidas y las que son extremadamente optimistas. Después de intentar aprender una nueva habilidad, las pesimistas siempre son más precisas a la hora de explicar cómo lo hicieron, mientras que las optimistas ven su comportamiento como más efectivo de lo que fue en realidad. No obstante, en esta evaluación irreal de su propia actuación radica el secreto de su futuro éxito. Invariablemente, los optimistas terminan por dominar la habilidad, mientras que los pesimistas fracasan.
¿Por qué?
Los optimistas son aquellos que, a pesar de no disponer de referencias para el éxito, o incluso de tener referencias de fracaso, se las arreglan para ignorarlas, y dejan sin montar mesas cognitivas como «fracasé» o «no puedo tener éxito». Los optimistas, por el contrario, producen referencias de fe, acumulan todo su poder de imaginación para representarse a sí mismos haciendo algo diferente cada vez y teniendo éxito. Es precisamente esa habilidad especial, ese enfoque único, lo que les permite persistir hasta que terminan por obtener las distinciones que los llevan hasta la cima. La razón por la que el éxito elude a la mayoría de la gente es porque no tiene suficientes referencias de éxito en el pasado. Pero un optimista funciona con creencias como: «El pasado nunca equivale al futuro». Todos los grandes líderes, todas las personas que alcanzaron el éxito en cualquier ámbito de la vida, conocen bien el poder de perseguir de forma continuada sus visiones, aunque no dispongan todavía de todos los detalles acerca de cómo alcanzarlas. Si desarrollas la absoluta sensación de certidumbre que aportan las creencias poderosas, podés conseguir virtualmente cualquier cosa que te proponga, incluyendo aquellas que los demás consideran como imposibles.
“Toda verdad sólo encuentra una existencia efectiva e innegable en la imaginación de los hombres. La imaginación, y no la invención, es el maestro supremo del arte, así como de la vida.”
by JOSEPH CONRAD.
Uno de los mayores desafíos que pueden plantearse en la vida de una persona es saber cómo interpretar los «fracasos». La forma que tenemos de afrontar las «derrotas» de la vida, y lo que determinamos al respecto, es la causa que configura nuestros destinos. Necesitamos recordar que nuestras vidas se verán configuradas, más que ninguna otra cosa, por la forma que tengamos de afrontar la adversidad y los desafíos. A veces, recibimos tantas referencias de dolor y fracaso que empezamos a transformarlas en la creencia de que nada de lo que hagamos podrá mejorar las cosas. Algunas personas empiezan a creer que las cosas son irremediables, que son impotentes o no tienen valor, o que de todos modos perderán, sin que importe lo que hagan. Se trata de una serie de creencias que jamás debemos tolerar, si es que queremos esperar éxito y logros en nuestras vidas. Esas creencias nos privan de nuestro poder personal y destruyen nuestra habilidad para actuar.
En psicología existe un nombre para designar ese estado mental destructivo: incapacidad adquirida. Cuando la gente experimenta suficiente fracaso en algo (y le sorprendería saber las pocas veces que les ocurre eso a algunas personas), percibe sus esfuerzos como inútiles y desarrolla el desánimo terminal de la incapacidad adquirida.
El doctor Martin Seligman, de la universidad de Pensilvania, llevó a cabo una investigación intensiva sobre lo que crea la incapacidad adquirida. En su libro Optimismo Adquirido, informa de tres pautas específicas de, creencias que nos hacen sentirnos impotentes y que pueden llegar a destruir virtualmente todos los aspectos de nuestras vidas. Denomina estas tres categorías como: permanencia, omnipresencia y personal.
Muchas de las personas que alcanzaron un mayor éxito lo lograron a pesar de encontrarse con enormes problemas y barreras. La diferencia entre ellos y los que abandonan gira alrededor de sus creencias sobre la permanencia de sus problemas, o la falta de éstas. Las personas con éxito raras veces o nunca consideran un problema como permanente, mientras que quienes fracasan tienden a ver cualquier problema como permanente, incluso los más pequeños. Una vez adoptada la creencia de que no puede hacerse nada para cambiar algo, sencillamente porque nada de lo que ha hecho hasta ahora logró cambiarlo, empieza a absorber un veneno pernicioso en su sistema. Hace ocho años, cuando había alcanzado el fondo del pozo y no creía que las cosas cambiaran alguna vez, pensé que mi problema era permanente. Eso fue lo más cerca que estuve de experimentar la muerte emocional. Aprendí a vincular tanto dolor a sostener esa creencia que finalmente fui capaz de destruirla y jamás la toleré desde entonces.
Debes hacer lo mismo. Si te oíste decir a vos mismo o a cualquier otra persona que te importe que un problema sea permanente, es hora de sacudir inmediatamente a esa persona y hacerla reaccionar. Tenés que ser capaz de creer: «Esto también pasará», sin que importe lo que te suceda en la vida, y saber que, si continúas insistiendo, encontrarás un camino
La segunda diferencia entre los ganadores y los perdedores, los optimistas y los pesimistas, es su creencia sobre la omnipresencia de los problemas. Una persona de éxito nunca ve un problema como algo omnipresente, es decir, capaz de controlar toda su vida. Siempre lo ve como: «Bueno, sólo se trata de un pequeño desafío a mi pauta de alimentación», y no como: «Yo soy el problema. Mi vida está destruida porque como demasiado». Por el contrario, los pesimistas (los que tienen incapacidad adquirida) desarrollaron la creencia de que, como fracasaron en el ámbito de la vida, son un fracaso. Creen que, como tienen problemas financieros, toda su vida está destruida, que nadie cuidará de sus hijos, que sus esposas les abandonarán, etcétera. A partir de ahí, no tardan en generalizar, sacar las cosas de quicio y sentirse impotentes. ¡Imaginá cuál puede ser el impacto de la permanencia y la omnipresencia juntas!
La solución a ambas consiste en ver algo que podés controlar en tu vida, y empezar a actuar en esa dirección. Al hacerlo así, desaparecerán algunas de estas creencias limitadoras.
La categoría de creencia problema personal. Si no vemos un fracaso como un desafío para modificar nuestra actitud, sino más bien como un problema con nosotros mismos, como un defecto de nuestra personalidad, nos vamos a sentir inmediatamente abrumados. Después de todo, ¿cómo podés cambiar toda tu vida? ¿Acaso no es eso más difícil que cambiar tus acciones en un ámbito particular? Tené cuidado de no adoptar la creencia de que un problema es personal. ¿Cómo podés sentirte inspirado si te castigás continuamente?
Sostener estas creencias limitadoras equivale a ingerir de forma sistemática diminutas dosis de arsénico que, al cabo del tiempo, se acumulan hasta alcanzar una dosis letal. Aunque no morimos de inmediato, empezamos a morir emocionalmente en el momento en que las absorbemos. Así pues, tenemos que evitarlas a toda costa. Recordá que, mientras creas algo,
tu cerebro actúa como un piloto automático, filtrando cada información procedente del medio ambiente, y buscando referencias para confirmar tu creencia, al margen de cuál sea ésta.
“Es la mente la que hace el bien o el mal, la que hace desgraciado o feliz, rico o pobre.”
by EDMUND SPENCER.
CÓMO CAMBIAR UNA CREENCIA.
Todos los progresos personales empiezan con un cambio en las creencias. Así pues, ¿cómo cambiamos? La forma más efectiva consiste en conseguir que el cerebro asocie un fuerte dolor con la antigua creencia. Debes sentir, en lo más profundo de tus entrañas, que esa creencia no sólo te costó dolor en el pasado, sino que también te lo está produciendo en el presente y que, en último término, no te producirá más que dolor en el futuro. Después, debes asociar un tremendo placer a la idea de adoptar una nueva creencia que te capacite más. Ésa es la pauta básica que todos experimentamos una y otra vez al crear cambios en nuestras vidas. No debemos olvidar nunca que todo aquello que hacemos lo hacemos por una necesidad de evitar el dolor, o por un deseo de obtener placer, y que si asociamos suficiente dolor a algo, cambiaremos. La única razón por la que tenemos una creencia sobre algo es porque vinculamos un fuerte dolor a no creerlo así.
En segundo lugar, creá la duda. Si sos realmente honrado contigo mismo, ¿verdad que hace años defendías a capa y espada algunas creencias que ahora te costaría admitir? ¿Qué ocurrió? Algo te hizo dudar: quizá fuera una nueva experiencia, o un ejemplo contrario a tu creencia pasada. Obtuvimos nuevas experiencias que nos indujeron a interrogarnos, que interrumpieron nuestras pautas de certidumbre y que empezaron a sacudir nuestras patas de referencia.
No obstante, la nueva experiencia no garantiza por sí sola un cambio en la creencia. La gente puede tener una experiencia que vaya directamente en contra de su creencia y, sin embargo, reinterpretarla de la forma que desea para que se adapte a su convicción. A nivel personal, una mujer que asistió a uno de mis seminarios afirmó que yo era un nazi y estaba envenenando a la gente de la sala con gases invisibles que fluían a través de las aberturas del sistema de aire acondicionado. Cuando traté de calmarla haciendo más lenta la pauta de mi discurso (una actitud habitual para lograr que alguien se relaje), señaló hacia mí y exclamó: «¿Lo ve? Hasta usted empieza a hablar más lento». Sin que importara lo que ocurriese, aquella mujer se las arregló para usarlo en apoyo de su convicción de que todos estábamos siendo envenenados.
Las nuevas experiencias sólo ponen en marcha un cambio si nos inducen a cuestionar nuestras creencias. Recordá que cada vez que creemos algo ya no lo cuestionamos de ningún modo. En el momento en que empezamos a cuestionar honradamente nuestras creencias ya no nos sentimos absolutamente seguros sobre ellas. Empezamos a sacudir las patas de referencia de nuestras mesas cognitivas, y como consecuencia de ello a perder nuestras sensaciones de certidumbre absoluta. ¿Dudaste alguna vez de tu habilidad para hacer algo? ¿Cómo lo hiciste? Probablemente, te hiciste alguna pregunta como: «¿Y si fracaso?», « ¿Y si esto no funciona?», «¿Y si yo no les gusto?» Pero las preguntas pueden tener una tremenda capacidad para darnos poder, siempre y cuando las utilicemos para examinar la validez de las creencias que podemos haber aceptado ciegamente. De hecho, muchas de nuestras creencias se ven apoyadas por información que recibimos de otros que no se plantean ninguna pregunta en el momento preciso.
Si las sometemos a escrutinio, podemos descubrir que aquello que habíamos estado creyendo ciegamente durante años se basa quizás en una serie de falsas presuposiciones.
Si estás acostumbrado a utilizar una máquina de escribir o una computadora, estoy seguro de que apreciarás este ejemplo.
¿Por qué crees que la disposición tradicional de las letras, los números y los símbolos del 99 por ciento de todos los instrumentos de escritura se halla universalmente aceptada en todo el mundo? (A propósito, esa disposición de los caracteres se denomina QWERTY. Si estás acostumbrado a mecanografiar sabrás que ésos son los caracteres que aparecen en la parte superior izquierda del teclado.) Evidentemente, esta disposición fue imaginada como la configuración más eficiente para aumentar la velocidad de picado, ¿verdad? La mayoría de la gente ni siquiera se lo plantea; después de todo, QWERTY existe desde hace ciento veinte años. Pero, en realidad, se trata de la configuración más ineficaz que pueda imaginarse. Se demostró que muchos otros programas reducen los errores, como el Teclado Simplificado Dvorak, y aumentan la velocidad de forma espectacular. La verdad es que QWERTY se diseñó deliberadamente con la intención de disminuir la velocidad humana para picar texto, en una época en que las partes de que estaba compuesta la máquina de escribir se movían tan lentamente que se agolparían si el teclista mecanografiara con excesiva rapidez. ¿Por qué, entonces, nos mantuvimos fieles a QWERTY durante ciento veinte años? En 1882, cuando casi todos mecanografiaban con el método de buscar y pulsar con dos dedos de cada mano, una mujer que había desarrollado el método de ocho dedos fue desafiada a un concurso mecano gráfico por otra maestra. Para representarla, la mujer contrató a un mecanógrafo profesional, un hombre que había memorizado el teclado QWERTY. Contando con la ventaja de la memorización y del método de los ocho dedos, pudo derrotar a su competidor, que utilizaba el método de los cuatro dedos sobre un teclado diferente. Así que, a partir de entonces, QWERTY se convirtió en el nivel más elevado de «velocidad», y nadie puso en duda su validez.
¿Cuántas otras creencias tenés en la vida cotidiana sobre quién sos, o qué podés o no podés hacer, o sobre cómo debería actuar la gente, o cuáles son las capacidades de sus hijos, acerca de las cuales no se haya interrogado?¿Cuántas de esas creencias incapacitadoras empezaste a aceptar sin siquiera darte cuenta de ello?
Si cuestionas algo con la suficiente frecuencia, terminarás por dudar de ello. Y en eso se incluyen cosas en las que crees de forma absoluta, «más allá de toda sombra de duda». Hace años, tuve la oportunidad única de trabajar con el ejército de los Estados U nidos, con el que negocié un contrato para reducir ciertos períodos de entrenamiento para ámbitos especializados. Mi trabajo tuvo tanto éxito, que también se me acreditó el calificativo de máximo secreto y tuve la oportunidad de trabajar con uno de los máximos funcionarios de la CIA, un hombre que se había abierto paso desde las filas más bajas de la organización, a base de trabajo. Permitime decirte que las habilidades que él y otros como él desarrollaron para conmocionar las convicciones de otras personas y cambiar sus creencias son absolutamente asombrosas.
Son capaces de crear un ambiente que induce a la gente a dudar de lo que siempre creyó, y luego le transmiten nuevas ideas y experiencias para apoyar la adopción de nuevas creencias. Observar la velocidad con la que son capaces de cambiar las creencias de una persona resulta casi aterrador, aunque es algo poderosamente fascinante. Aprendí a usar esas técnicas conmigo mismo, para ser capaz de eliminar las creencias que me incapacitan y sustituirlas por otras que me dan más poder.
Nuestras creencias tienen diferentes niveles de certidumbre e intensidad emocional, y es importante saber cuál es su verdadera intensidad. De hecho, clasifique las creencias en tres categorías: opiniones, creencias y convicciones. Una opinión es algo de lo que nos sentimos relativamente seguros, pero esa certidumbre sólo es temporal porque puede cambiarse con facilidad. Nuestra mesa cognitiva se encuentra apoyada sobre patas de referencia poco firmes y no verificadas, que pueden estar basadas en impresiones. Por ejemplo, originalmente, muchos percibieron a George Bush como un «blandengue», basándose sólo en su tono de voz. Pero cuando vieron cómo fue capaz de galvanizar el apoyo de los líderes mundiales y afrontar con efectividad la invasión de Kuwait por parte de Saddam Hussein, se produjo un cambio claro en las encuestas de opinión pública, y Bush se encumbró a uno de los niveles más altos de popularidad pública alcanzados por cualquier presidente en la historia moderna.
Pero cuando estés leyendo estas líneas, esa opinión puede haber cambiado. Ésa es la naturaleza de las opiniones: se diluyen con facilidad, y suelen estar basadas en unas pocas referencias en las que una persona se fijo en un momento determinado. Una creencia, en cambio, se forma cuando empezamos a desarrollar una base de patas de referencia mucho más amplia, sobre todo cuando experimentamos una fuerte emoción acerca de esas referencias, que nos aportan un sentido absoluto de certidumbre acerca de algo. Como ya dije antes, esas referencias pueden llegar hasta nosotros de una amplia variedad de formas, desde nuestras experiencias personales hasta la información que hemos obtenido de otras fuentes, o incluso de cosas que hemos imaginado vívidamente.
Las personas con creencias tienen un nivel de certidumbre tan fuerte que a menudo se cierran a cualquier nueva información. Pero, si se establece una buena comunicación con ellas, es posible interrumpir su pauta de cerrazón, y conseguir que cuestionen sus referencias para que empiecen a permitir la absorción de nuevos datos. Eso crea la duda suficiente como para desestabilizar nuestro viejo sistema de referencias, y dejar espacio para una nueva creencia. Una convicción, sin embargo, eclipsa a una creencia, debido sobre todo a la intensidad emocional que se vincula a una idea. Una persona que sostiene una convicción no sólo se siente segura de ella, sino que incluso se enoja si se la cuestiona. Esa persona no está dispuesta a cuestionarse sus referencias, ni siquiera por un momento; son totalmente resistentes a nueva información, llegando a menudo al punto de la obsesión.
Por ejemplo, los zelotes de todos los tiempos mantuvieron la convicción de que su punto de vista sobre Dios es el único correcto, y se sienten incluso dispuestos a matar para mantener sus convicciones. La convicción de los verdaderos creyentes también fue explotada por supuestos salvadores que enmascaran sus intentos asesinos bajo disfraces de santos; eso es lo que causó que un grupo de gente que vivía en Guayana llegara hasta el punto de envenenar a sus propios hijos, y a sí mismos, tomando cianuro, bajo la dirección del loco mesiánico Jim Jones.
Claro que la convicción ferviente no es propiedad exclusiva de los fanáticos. También pertenece a cualquiera que posea un grado lo bastante elevado de compromiso y dedicación a una idea, principio o causa. Por ejemplo, alguien que se muestre profundamente en desacuerdo con la práctica de las pruebas nucleares subterráneas tiene una creencia, pero si esa misma persona emprende una acción, incluso una que los demás no aprueben o aprecien, como participar en una demostración ante las instalaciones, entonces tiene una convicción. Alguien que lamenta el estado de la educación pública tiene una creencia, pero si esa misma persona se presenta voluntariamente para participar en un programa de alfabetización, tratando de cambiar las cosas, entonces tiene una convicción.
Alguien que fantasea sobre ser propietario de un equipo de hockey sobre hielo tiene una opinión sobre su deseo, pero si hace lo que sea necesario para reunir los recursos indispensables con los que adquirir o formar un equipo, entonces tiene una convicción. ¿Cuál es la diferencia? Sin lugar a dudas, se encuentra en las acciones que se está dispuesto a emprender. De hecho, alguien con una convicción se muestra tan apasionado sobre su creencia que está dispuesto incluso a arriesgarse a ser rechazado, o hacer el ridículo en interés de su convicción.
No obstante, es muy probable que el único factor importante que separe una creencia de una convicción sea que esta última suele haberse puesto en marcha como consecuencia de acontecimientos emocionales significativos, durante los que el cerebro vincula ideas como: «Sufriré un fuerte dolor a menos que crea esto. Si tuviera que cambiar esta creencia, entonces estaría renunciando a toda mi identidad, a todo lo que defendí en la vida durante años». Así pues, sostener la convicción se convierte en un aspecto crucial para la supervivencia de la persona. Y eso puede ser peligroso porque entonces no se está dispuesto a contemplar o considerar siquiera la posibilidad de que nuestras creencias sean inexactas, nos vemos atrapados en la rigidez, lo que puede condenarnos, en último término, al fracaso a largo plazo. A veces, puede resultar más apropiado tener una creencia sobre algo antes que una convicción.
Desde una óptica positiva, las convicciones pueden darnos poder porque nos impulsan a actuar (gracias a la pasión que nos inspiran). Según el doctor Robert P. Abelson, profesor de psicología y de ciencias políticas de la universidad de Yale, «las creencias son como posesiones y las convicciones serían como posesiones más valiosas que permiten a un individuo trabajar tan apasionadamente hacia la realización individual o a gran escala de objetivos, proyectos, deseos y aspiraciones.
Lo mejor que puede hacerse para dominar un ámbito de la propia vida es elevar una creencia al rango de convicción, recuerde que la convicción tiene el poder para impulsarnos a la acción, de empujarnos a través de toda clase de obstáculos. Las creencias también lo pueden conseguir, pero algunos ámbitos de tu vida puede que necesiten de una intensidad emocional cargada de convicción. Por ejemplo, la convicción de que jamás se permitirá tener un exceso de peso le impulsará a elegir, de forma estricta, un estilo de vida saludable, lo que te permitirá un mayor disfrute de tu vida, y quizás hasta te ahorre un ataque al corazón. La convicción de que sos una persona inteligente, capaz de encontrar siempre un camino para darle la vuelta a las cosas, puede ayudarte a superar los momentos más duros de tu vida.
Así pues, ¿cómo puede crearse una convicción?
1) Empezá con la creencia básica.
2) Reforzá tu creencia, añadiéndole referencias nuevas y más poderosas. Por ejemplo, supongamos que decidiste no volver a comer carne nunca más. Para fortalecer tu resolución, habla con personas que eligieron un estilo de vida vegetariano: ¿qué razones las impulsaron a cambiar su dieta, y cuáles fueron las consecuencias para su salud y para otros ámbitos de sus vidas? Además, empezá a estudiar el impacto fisiológico que tiene la proteína animal. Cuantas más referencias desarrolles, y cuanto más emocionales sean éstas, tanto más fuerte será tu convicción.
3) Encontrá un acontecimiento desencadenante, u ocupate de crearlo vos mismo. Asocialo por completo, preguntándote: « ¿Qué me costará si no lo hago? » Hacete preguntas capaces de crear intensidad emocional.
Por ejemplo, si deseas desarrollar la convicción de no usar nunca drogas, procura sentir las dolorosas consecuencias del uso de éstas viendo películas o, mejor todavía, visitando los lugares frecuentados por los drogadictos, para observar por sí mismo la devastación causada por el uso de éstas. Si te prometiste a vos mismo dejar de fumar, visita el ala de cuidados intensivos de un hospital para observar a los pacientes de enfisema confinados en tiendas de oxígeno, o contempla una placa de rayos X de los pulmones ennegrecidos de un fumador. Esta clase de experiencias tienen el poder de empujarte y establecer una verdadera convicción.
4) Finalmente, emprende la acción. Cada acción que tomes va a fortalecer tu compromiso y elevará el nivel de tu intensidad emocional y de tu convicción.
Uno de los desafíos que plantean las convicciones es que, con frecuencia, se basan en el entusiasmo de otras personas por las creencias de uno mismo. La gente cree a menudo en algo porque todo el mundo lo cree. En psicología, eso se conoce como prueba social. Pero la prueba social no siempre es exacta. Cuando la gente no está segura de que hacer, mira a los demás en busca de guía. En su libro Influencia, el doctor Robert Cialdini describe un experimento clásico en el que alguien grita « ¡Violación!» en beneficio de un sujeto, mientras que dos personas (plantas psicológicas) ignoran los gritos de auxilio y siguen su camino. El sujeto no sabe si responder a los gritos o no, pero, cuándo ve que las otras dos personas actúan como si no pasara nada, decide que esos gritos no tienen importancia y también los ignora.
Usar la prueba social es una forma de limitar tu vida, de hacer que transcurra igual que la de los demás. Algunas de las pruebas sociales más fuertes que usa la gente es la información que obtienen de los «expertos». Pero ¿tienen siempre razón los expertos? Piense, por ejemplo, en los médicos a lo largo de los años. Hasta no hace mucho tiempo, los que estaban más al día, creían absolutamente en las propiedades curativas de las sanguijuelas. En nuestra propia época, los médicos administraron a mujeres embarazadas un medicamento calmante de las náuseas, matinales (la Bendectin, que encima suena a algo así como «bendición»), y cuyos efectos secundarios resultó qué producían malformaciones en el feto.
Claro que esos médicos prescribían el medicamento porque las compañías farmacéuticas (los «expertos» farmacéuticos) les aseguraron que se trataba del más exquisito de los medicamentos disponibles. ¿Cuál es la lección? Que no resulta aconsejable confiar ciegamente en los expertos.
¡Ni siquiera debes aceptar ciegamente todo lo que te digan! Considera las cosas dentro del contexto de tu propia vida; ¿tiene eso sentido para vos?
A veces, ni siquiera se puede confiar en la evidencia de los propios sentidos, como ilustra la historia de Copérnico. En los tiempos de este astrónomo polaco, todo el mundo «sabía» que el Sol se movía alrededor de la Tierra. ¿Por qué? Porque cualquiera podía salir al aire libre, señalar el cielo y decir: « ¿Lo ves? El Sol se movió a través del cielo.
Evidentemente, la Tierra es el centro del universo». Pero en 1543 Copérnico desarrolló el primer modelo exacto de nuestro sistema solar. Él, al igual que hicieron otros gigantes a través de los tiempos, tuvo el valor de desafiar la «sabiduría» de los expertos, y final mente la verdad de sus teorías obtuvo la aceptación del público en general, aunque eso no ocurrió mientras vivía.
EL DOLOR ES LA HERRAMIENTA DEFINITIVA PARA DESPLAZAR UNA CREENCIA.
Una vez más, el dolor es la forma más poderosa para cambiar una creencia. Recientemente, en el programa de Sally Jessy Raphael se produjo una buena ilustración del poder del cambio de creencias, cuando una valerosa mujer acudió a un estudio de televisión, ante una audiencia mundial, para renunciar públicamente a su alianza con el Ku Klux Klan. Irónicamente, unos meses antes había acudido a ese mismo programa para participar, junto con un grupo de mujeres del KKK que hacían campaña contra todos aquellos que no compartieran sus convicciones sobre la raza, gritando enojadas que la mezcla racial (educativa, económica o socialmente) significaría el Ocaso del país y de su pueblo. ¿Qué hizo que sus creencias cambiaran de una forma tan espectacular? Tres cosas: en primer lugar, durante el programa hubo una mujer joven entre el público que se levantó, llorando, y suplicó comprensión.
Su esposo e hijo eran hispanos, y ella sollozó al tiempo que decía sentirse incapaz de creer que un grupo de personas pudiera ser tan odioso.
En segundo lugar, durante el vuelo de regreso a su hogar, regañó a su propio hijo (que había aparecido con ella, pero que no compartía sus puntos de vista), por haberla «puesto en evidencia» en la televisión nacional. El resto de las mujeres le castigo por haberse mostrado irrespetuoso, y le citaron las palabras de la Biblia: «Honrarás a tu padre y a tu madre». El hijo, un muchacho de dieciséis años, respondió diciendo que estaba convencido de que Dios no quería que respetara el mal que su madre representaba, y cuando el avión aterrizó en Dallas desapareció jurando no regresar nunca más a casa. Cuando la mujer continuó el vuelo hacia su casa, su mente repasó una y otra vez los acontecimientos del día, y también empezó a pensar en la guerra que su país libraba en el Oriente Medio. Recordó que ese mismo día otra de las personas del público le había dicho: «Allí también hay hombres y mujeres jóvenes de color, luchando no sólo por sí mismos, sino también por usted y por mí».
Pensó en su hijo, en lo mucho que le quería, y en lo mal que le había tratado. ¿Iba a permitir que aquel breve intercambio de palabras fuera el último contacto entre ambos? Ese simple pensamiento ya le resultaba insoportable. Tenía que efectuar un cambio de inmediato. Como resultado de esta experiencia, declaró ante la audiencia haber recibido un mensaje de Dios, que ella siguió enseguida: salirse del Klan y empezar a amar a todas las personas por igual, como sus hermanos y hermanas. Desde luego, echaría de menos a sus amigos (sabía que sería excluida por el grupo), pero afirmó que ahora sentía su alma limpia, y que reiniciaría su vida con una conciencia clara.
Es vital examinar nuestras creencias y sus consecuencias para asegurarnos de que nos capacitan. ¿Cómo sabes qué creencias adoptar? La respuesta consiste en encontrar a alguien que esté produciendo los resultados que querés alcanzar en tu vida. Esas personas son los modelos de rol capaces de darte algunas de las respuestas que buscas. Invariablemente, detrás de toda persona de éxito vas a hallar una serie específica de creencias que les dan poder.
IMITAR LAS CREENCIAS DE LOS GANADORES.
La forma de expandir nuestras vidas consiste en tomar como modelo las vidas de aquellas personas que ya tuvieron éxito. Es algo poderoso, divertido, y esas personas existen a nuestro alrededor. Sólo es una cuestión de hacer preguntas: « ¿Qué crees que le hace diferente? ¿Cuáles son las creencias que te separan de los demás?» Hace varios años, leí un libro titulado Encuentros con hombres notables, y lo utilicé como tema para configurar mi vida. Desde entonces, me convertí en un cazador de la excelencia, busque constantemente a los hombres y mujeres más destacados de nuestra cultura, para descubrir sus creencias, valores y estrategias para alcanzar el éxito. Hace dos años desarrollé Powertalk!, mi revista mensual de audio en la que entrevisto a esos gigantes. De hecho, muchas de las distinciones clave que estoy compartiendo con vos en este libro fueron hechas como resultado de las entrevistas con algunas de estas personas, que son las más exquisitas en sus ámbitos particulares de actuación.
Al haberme comprometido a compartir mensualmente con vos estas entrevistas, mis pensamientos más recientes, y un resumen de un libro convertido en bestseller a nivel nacional, desarrolle un plan consistente no sólo para ofrecer más poder a otras personas, sino también para la mejora constante de mí mismo. Me sentiré feliz de ayudarle a tomar como modelo a personas de éxito, a través de mi programa, pero recuerde: no te limites a mí.
Los modelos que necesitas te rodean cada día.
“Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos, hacemos nuestro mundo.”
BUDA.
Durante casi una década he hablado con gente en mis seminarios de Vivir la Salud acerca de la correlación directa que existe entre el alto porcentaje de proteína animal de la típica dieta estadounidense y la elevada incidencia de los dos asesinos más importantes que actúan en este país: la enfermedad coronaria y el cáncer. Al hacerlo así, contradigo uno de los sistemas de creencias que más han contribuido a configurar nuestro destino físico durante los últimos treinta y cinco años: el plan del «grupo de los cuatro alimentos básicos» que recomienda generosas raciones diarias de carne, pollo o pescado.
En la actualidad, sin embargo, los científicos ya han establecido, fuera de toda sombra de duda, la existencia de una relación directa entre la ingestión de proteína animal y el riesgo de desarrollar una enfermedad coronaria y el cáncer. De hecho, los tres mil miembros del Comité de Médicos para la Medicina Responsable han pedido al departamento de Agricultura que disminuya las raciones diarias recomendadas de carne, pescado, aves, huevos y productos lácteos. El propio gobierno está considerando la posibilidad de cambiar este grupo de cuatro alimentos básicos a seis, relegando la carne, el pollo y el pescado a una pequeña proporción del conjunto. Este gran desplazamiento de las creencias ha provocado un gran alboroto en muchos sitios. Creo que eso sigue una pauta que hemos visto aparecer a lo largo de la historia y en nuestra cultura, y que es sencillamente la siguiente:
Según afirmó el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, toda verdad pasa por tres fases:
Primero, se la ridiculiza.
Segundo, se le plantea una oposición violenta.
Finalmente, se la acepta como evidente en sí misma.
Estas ideas fueron ridiculizadas; ahora, encuentran una oposición violenta. Finalmente, terminarán por ser aceptadas, pero no hasta que un número importante de personas haya enfermado e incluso muerto debido a sus creencias limitadoras acerca de la importancia de las cantidades excesivas de proteína animal para sus cuerpos.
En los negocios también encontramos una serie de falsas creencias que nos están llevando por un camino descendente de frustración económica, y algunos afirman que incluso hacia un desastre potencial. Nuestra economía se enfrenta a desafíos en casi todos los sectores. ¿Por qué? Descubrí una de las claves en un artículo que leí en marzo de 1991 en la revista Forbes. Ese artículo describe dos coches: el Chrysler-Plymouth Laser y el Mitsubishi Eclipse, y observa que Chrysler sólo obtenía por término medio trece ventas por concesionario, mientras que Mitsubishi alcanzaba las cien. Podría decir usted: «No hay nada nuevo en eso. Todos sabemos que los japoneses están superando a las compañías estadounidenses a la hora de vender coches». Pero lo extraordinario de estos dos coches es que son exactamente iguales: fueron fabricados en colaboración por las dos compañías. La única diferencia entre el Laser y el Eclipse es el nombre, y la compañía que lo vende. ¿Cómo puede ser? Como puede suponer, la investigación sobre la discrepancia en los índices de venta ha demostrado que la gente desea comprar coches japoneses porque cree que son de mejor calidad. El problema en este caso es que se trata de una falsa creencia. El coche de la compañía estadounidense tiene la misma calidad, porque es el mismo coche.
¿Por qué han llegado los consumidores a creer esto? Evidentemente, porque los japoneses se han creado una reputación de calidad, ofreciéndonos numerosas referencias que lo apoyan así, hasta el punto de que ahora ni siquiera se cuestiona su validez. Puede sorprenderle saber que, en realidad, el compromiso japonés con el aumento de la calidad es el resultado de una exportación estadounidense, en la persona del doctor W. Edwards Deming. En 1950, este famoso experto en control de calidad fue llevado a Japón por el general MacArthur, que se sentía frustrado con la base industrial japonesa, arrasada por la guerra, y que ni siquiera podía estar seguro de terminar una conversación telefónica. A petición de la Unión de Científicos e Ingenieros Japoneses, Deming empezó a entrenarles en sus principios de control total de calidad. Al enterarse de esto, ¿piensa usted inmediatamente en el control de la calidad de un producto físico? Nada más lejos de la realidad.
Deming enseñó a los japoneses catorce principios y una creencia básica esencial que se han constituido en el fundamento de toda gran Corporación multinacional japonesa hasta nuestros días.
La creencia esencial es, sencillamente, la siguiente: un compromiso constante, ilimitado, para aumentar permanentemente la calidad de sus productos en cada uno de los aspectos de su negocio, y en cada día de trabajo, les daría el poder para dominar los mercados mundiales. Deming enseñó que la calidad no era simplemente una cuestión de alcanzar un cierto nivel, sino más bien un proceso vivo, que casi respira por si mismo, de mejora ilimitada. Si los japoneses vivían de acuerdo con los principios que él enseñaba, les prometió que al cabo de cinco años inundarían el mundo con productos de calidad, y que al cabo de una o, dos décadas se convertirían en una de las potencias económicas dominantes en todo el mundo.
Muchos pensaron que las afirmaciones de Deming eran una locura. Pero los japoneses se lo tomaron muy en serio y en la actualidad se le reverencia como el padre del «milagro japonés». De hecho, el mejor honor anual que puede recibir una compañía japonesa desde 1950 es el Premio Nacional Deming, que se entrega por televisión como reconocimiento a la compañía que representa el más alto nivel de aumentos en la calidad de sus productos, servicio, gestión y apoyo laboral en todo Japón.
En 1938, la Ford Motor Company contrató al señor Deming para que realizara una serie de seminarios de dirección. Uno de los que asistieron fue Donald Petersen, que más tarde llegaría a ser presidente de la Ford y que puso en práctica los principios de Deming en toda la compañía. Petersen decidió: «Necesitamos a este hombre para darle la vuelta a la compañía». Por aquel entonces, la Ford perdía miles de millones de dólares al año. Una vez que se contrató a Deming, cambió la tradicional creencia occidental de «¿Cómo podemos incrementar nuestro volumen y reducir nuestros costos?», a « ¿Cómo podemos aumentar la calidad de lo que estamos haciendo, y hacerlo de tal modo que la calidad no nos cueste más a largo plazo?». La Ford reorganizó todo su enfoque para convenir el tema de la calidad en la prioridad máxima (lo que se reflejó en su eslogan propagandístico:
«La calidad es nuestro primer trabajo», y al poner en práctica los sistemas de Deming en apenas tres años pasó de un déficit anual en continuo crecimiento a ocupar la posición dominante en la industria, con seis mil millones de dólares de beneficios.
¿Cómo lo hicieron? Descubrieron que la percepción de los estadounidenses acerca de la calidad japonesa, aunque frustrante, tenía mucho que enseñarles. Por ejemplo, Ford contrató a una compañía japonesa para que fabricara la mitad de las transmisiones de uno de sus coches, con objeto de aumentar el volumen de fabricación. A lo largo de ese proceso, descubrieron que los consumidores estadounidenses estaban pidiendo la transmisión japonesa. De hecho, estaban dispuestos a ser incluidos en una lista de espera, e incluso a pagar más por esos coches. Eso inquietó a muchos de los miembros del equipo ejecutivo de la Ford, cuya primera reacción fue decir: «Bueno, se trata simplemente de una falsa creencia por parte de la gente en nuestra cultura; están condicionados para responder de ese modo».
Pero entonces se comprobaron las transmisiones, bajo la supervisión de Deming, y descubrieron que, en efecto, las transmisiones de la Ford eran más ruidosas, se estropeaban con mayor frecuencia y se devolvían con mayor frecuencia que la transmisión japonesa, que no planteaba prácticamente ningún problema, ni vibraciones, ni sonidos. Deming enseñó a los miembros del equipo Ford que la calidad siempre cuesta menos. Eso era exactamente lo opuesto a lo que creía la mayoría de la gente, según la cual sólo se alcanzan ciertos niveles de calidad después de que los costes se hayan escapado de las manos. Cuando los expertos desmenuzaron las transmisiones de la Ford y midieron todos los componentes, descubrieron que todos ellos cumplían las especificaciones impuestas por el manual de la Ford, las mismas que se habían enviado a los japoneses. Pero cuando midieron las transmisiones japonesas no encontraron virtualmente ninguna diferencia entre ellas.
De hecho, tuvieron que llevarlas a un laboratorio y medirlas con microscopio para detectar diferencias.
¿Por qué la empresa japonesa se había impuesto a sí misma un nivel de calidad más alto del exigido por su contrato? Porque estaban convencidos de que la calidad cuesta menos, de que si creaban un producto de calidad no sólo habrían dejado satisfecho al cliente, sino que también se habrían ganado de lealtad, y que éste estaría incluso dispuesto a esperar en una lista y a pagar más por su producto. Funcionaban a partir de la misma creencia esencial que los impulsó hasta una de las más altas posiciones del mercado en el mundo: un compromiso por mejorar ilimitadamente y un aumento constante de la calidad de vida de sus clientes. Esta creencia había sido una exportación estadounidense.
Una de las creencias tóxicas que quizás estén destruyendo nuestra fortaleza económica como nación es lo que Deming denomina «dirigir por los números visibles», la creencia convencional de las grandes corporaciones de que se logran beneficios recortando los costes e incrementando los ingresos. Un notable ejemplo de ello se produjo cuando Lynn Townsend se hizo cargo de la Chrysler, durante uno de los grandes descensos de ventas de la industria. Townsend intentó enseguida incrementar los ingresos, pero lo más importante fue que redujo los costes. ¿Cómo? Despidió a las dos terceras partes del personal de ingeniería. A corto plazo todo parecía indicar que había tomado la decisión correcta. Los beneficios se dispararon y fue aclamado como un héroe. Pero al cabo de pocos años la Chrysler volvió a encontrarse con problemas financieros. ¿Qué había ocurrido? Bueno no se trataba de ningún factor único, pero lo cierto es que las decisiones tomadas por Townsend podían haber estado destruyendo la base de calidad de la que dependía el éxito de la compañía. Sucede a menudo que las personas que más daño hacen a nuestras compañías son recompensadas porque producen resultados a corto plazo. A veces, tratamos los síntomas de un problema al mismo tiempo que alimentamos su causa. Tenemos que llevar cuidado acerca de cómo interpretamos los resultados. En contraste, uno de los factores más importantes para darle la vuelta a la situación de la Ford Motor Company fue su equipo de diseño, que presentó un nuevo coche llamado Taurus. La calidad de ese coche estableció un nuevo nivel de calidad para la Ford, y los consumidores lo compraron en grandes cantidades.
¿Qué podemos aprender de todo esto? Las creencias que tenemos en los negocios y en la vida controlan todas nuestras decisiones y, en consecuencia, nuestro futuro. Una de las creencias globales más importantes que podemos adoptar es la de que para tener éxito y ser feliz tenemos que estar mejorando constantemente la calidad de nuestras vidas, creciendo Y expandiéndonos constantemente.
En Japón comprendieron muy bien este principio. De hecho, y como resultado de la influencia de Deming, en las empresas japonesas se utiliza constantemente una palabra en todas las discusiones sobre negocios o relaciones. Esa palabra es kaizen. Significa, literalmente, «mejora constante», y la usan con mucha frecuencia en su idioma. A menudo hablan del kaizen de su déficit comercial, el kaizen de la cadena de producción, el kaizen de sus relaciones personales. Como consecuencia de ello, siempre están buscando cómo mejorar.
Y, a propósito, el kaizen se basa en el principio de la mejora gradual, de mejoras sencillas. Pero los japoneses han comprendido que los pequeños refinamientos, hechos diariamente, empiezan a crear incrementos compuestos a un nivel que la gente jamás se atrevería a soñar. Los japoneses tienen un dicho: «Si no se vió a un hombre durante tres días, sus amigos deberían echarle un buen vistazo y ver qué cambios se produjeron en él».
Por extraño que parezca, en nuestro idioma no tenemos un equivalente para la palabra kaizen, aunque eso no es sorprendente.
Cuanto más empecé a comprender el impacto del kaizen sobre la cultura empresarial japonesa, me di cuenta de que se trataba de un principio organizativo que ejerció un impacto tremendo sobre mi propia vida. Mi propio compromiso con la mejora constante, con la elevación permanente de mis propios criterios de calidad de vida es lo que me mantuvo feliz y con éxito. Me di cuenta de que todos nosotros necesitamos una palabra de la mejora constante e ilimitada (mejora constante e interminable). Cuando creamos una palabra, le adscribimos un significado y creamos una forma de pensar. Las palabras que utilizamos de forma consistente constituyen el tejido de cómo pensamos y afectan incluso a nuestra toma de decisiones.
Como resultado de esta comprensión, creé una sencilla palabra mnemónica: CANI, por Constant And Never-ending Improvement (mejora constante e interminable). Creo que el nivel de éxito que experimentamos en la vida se halla en proporción directa con el nivel de nuestro compromiso con CANI, la mejora constante e ilimitada. CANI no es un principio simplemente relacionado con los negocios, sino con cada uno de los aspectos de nuestras vidas. En Japón se habla a menudo de amplio control de calidad de la compañía. Creo que tenemos que enfocar la atención en CANI en conexión con nuestros negocios, con nuestras relaciones personales, nuestra conexión espiritual, nuestra salud y nuestras finanzas. ¿Cómo podemos realizar mejoras constantes e ilimitadas en cada uno de estos ámbitos? Eso es lo que hace que la vida constituya una aventura increíble en la que siempre andamos buscando llegar al siguiente nivel.
CANI es una verdadera disciplina. No es algo que pueda practicarse un día sí y otro no, cuando a uno le venga en gana. Tiene que ser un compromiso constante, apoyado por la acción. La esencia de CANI es una mejora gradual, incluso minúscula, y continua, capaz de esculpir a largo plazo una verdadera obra maestra de proporciones colosales. El Gran Cañón del Colorado, es una belleza imponente producida por millones de años de cambio gradual, a medida que el río Colorado y sus numerosos afluentes fueron cincelando continuamente la roca, para crear una de las Siete Maravillas naturales del Mundo.
La mayoría de la gente nunca se siente segura porque le preocupa perder su trabajo, perder el dinero que ya tiene, perder a su esposa, perder la salud, etcétera. La única seguridad verdadera que existe en la vida es la que procede de saber que cada día está mejorándose a sí mismo de alguna forma, que está incrementando el calibre de lo que es, que se es valioso para la empresa en la que se trabaja, para los amigos y para la familia. Yo no me siento preocupado por mantener la calidad de mi vida, porque cada día trabajo para mejorarla. Me esfuerzo constantemente por aprender, por establecer distinciones nuevas y cada vez más poderosas sobre las formas de añadir valor a las vidas de otras personas. Eso me proporciona una sensación de certidumbre de que siempre puedo aprender, expandirme y crecer.
CANI no significa que nunca se experimenten desafíos.
De hecho, sólo puede mejorar algo si se da cuenta de que no está del todo bien, de que todavía no alcanzo el nivel que debería. El propósito de CANI consiste en descubrir los problemas y manejarlos antes de que se transformen en crisis. Así, la mejor forma de matar a un monstruo es hacerlo cuando todavía es pequeño.
Como parte integral de mi compromiso personal con CANI, al final de cada día me hago las siguientes preguntas: ¿Qué aprendí hoy? ¿En qué contribuí o qué mejoré? ¿De qué disfrute? Si cada día que pasa mejora constantemente tu habilidad para disfrutar de tu vida, la vas a experimentar a un nivel de riqueza en el que la mayoría de la gente jamás soñó.
LAS MEJORAS PEQUEÑAS SON CONCEBIBLES Y PUEDEN ALCANZARSE.
Pat Riley, que perteneció a la organización de Los Ángeles Lakers, es el entrenador que más premios ganó en la historia de la NBA. Algunos dicen que fue afortunado porque pudo disponer de unos jugadores increíbles. Es cierto que sus jugadores eran increíbles, pero son muchas las personas que tuvieron los recursos para alcanzar el éxito y no lo hicieron de una forma tan sólida. La habilidad de Pat para hacerlo así se basó en su compromiso con CANI. De hecho, dijo que al principio de la temporada de 1986 se encontró con un gran desafío entre las manos. Muchos de los jugadores habían dado lo que consideraban como su mejor temporada durante el año anterior, a pesar de lo cual habían perdido ante los Boston Celtics. A la búsqueda de un plan concebible para conseguir que los jugadores pasaran al nivel siguiente, se decidió por el tema de las pequeñas mejoras.
Los convenció de que mejorar la calidad de su juego en un simple uno por ciento por encima de su mejor nivel personal representaría una gran diferencia en su nueva temporada. Eso parecía algo ridículamente pequeño, pero cuando se piensa en doce jugadores incrementando su nivel de juego en un uno por ciento en cinco áreas, el esfuerzo combinado crea un equipo que es un sesenta por ciento más efectivo de lo que era antes. Probablemente, una simple diferencia global del diez por ciento sería suficiente para ganar otro campeonato. El verdadero valor de esta filosofía, sin embargo, es que todos creyeron que era algo alcanzable. Todos se sintieron capaces de mejorar por lo menos un uno por ciento por encima de su mejor nivel personal en cinco grandes aspectos del juego, y esa sensación de certidumbre en la persecución de sus objetivos les llevó a aprovechar potenciales aún mayores. ¿El resultado? La mayoría de ellos mejoró por lo menos en un cinco por ciento, y muchos llegaron hasta el cincuenta por ciento.
Según Pat Riley, la temporada de 1987 resultó ser la más fácil en la que habían participado.
CANI funciona si uno se compromete.
Recordá que la clave para el éxito consiste en desarrollar una sensación de certidumbre, la clase de creencia que te permite expandirte como persona y emprender las acciones necesarias para engrandecer tu propia vida y las de aquellos que te rodean. Es posible que hoy creas que algo es cierto, pero vos y yo necesitamos recordar que, a medida que pasan los años y crecemos, nos veremos expuestos a nuevas experiencias y que podemos desarrollar creencias que nos proporcionen más poder, y abandonar cosas que en otros tiempos sentimos como ciertas. Debes darte cuenta de que tus creencias pueden cambiar a medida que acumulas referencias adicionales. Pero lo que realmente importa hoy es saber si tus creencias actuales te proporcionan más o menos poder. Empezá hoy mismo a desarrollar el hábito de enfocar la atención sobre las consecuencias de todas tus creencias. ¿Están fortaleciendo tus fundamentos induciéndote a la acción en la dirección que deseás, o te están conteniendo?
Descubrimos muchas cosas sobre las creencias, pero, para hacernos cargo del control sobre nuestras vidas, tenemos que saber qué creencias estamos utilizando ya para guiarnos.
Así que, ahora mismo, dejá todo lo que estás haciendo, y tomate los próximos diez minutos para divertirte un poco. Empezá por buscar frenéticamente todas aquellas creencias que tengas, tanto las que te dan poder como las que te lo quitan, tanto pequeñas creencias que no parezcan importar, como las creencias globales que parecen establecer una gran diferencia. Asegurate de cubrir:
Las creencias del tipo «Si…, entonces», como, por ejemplo: «Si me entrego consistentemente por completo, entonces voy a alcanzar el éxito», o bien: «Si soy totalmente apasionado con esta persona, entonces me va a dejar».
Creencias globales, como las que suelen tenerse sobre la gente: «La gente es básicamente buena», o bien: «La gente es un fastidio»; creencias sobre sí mismo, sobre la oportunidad, sobre el tiempo, sobre la escasez y la abundancia.
Durante los próximos diez minutos, anotá todas las creencias que puedas imaginar. Concedete el regalo de hacerlo ahora mismo. Una vez que hayas terminado te mostraré cómo podés fortalecer aquellas que te dan poder, y eliminar las que te lo quitan. Hacelo ahora mismo.
¿Te tomaste el tiempo suficiente como para haber escrito las dos listas, tanto las creencias que dan poder como las que lo quitan? En caso contrario, volvé atrás y hacelo ahora mismo.
¿Qué aprendiste al hacerlo? Tomate ahora un momento para revisar tus creencias. Decidí cuáles son las tres que te dan más poder y marcalas con un círculo. ¿En qué sentido te dan más poder? ¿Cómo fortalecen tu vida? Pensá en los efectos positivos y continuos que tienen sobre vos. Hace años, yo hice una lista así, y me pareció valiosísima porque descubrí que tenía una creencia que estaba infrautilizada. Era:
«Siempre hay una forma de darle la vuelta a las cosas si me comprometo». Al leer la lista, pensé: «Ésta es una creencia que hay que fortalecer y convertir en una convicción». Me alegro mucho de haberlo hecho así porque apenas un año más tarde esa convicción me ayudó a superar una de las épocas más duras de mi vida, en la que todo lo que me rodeaba parecía estar hundiéndose. Esa creencia no sólo animó mi espiritual, sino que también me dio fuerzas ante uno de los más difíciles desafíos personales y empresariales que había tenido que afrontar hasta entonces. Esa creencia, esa sensación de certidumbre, me permitió encontrar las formas para darles la vuelta a las cosas, y convertí uno de mis mayores desafíos en una de mis mejores oportunidades. ¡Y lo mismo podés hacer vos!
CREENCIAS QUE DAN PODER.
CREENCIAS QUE QUITAN PODER.
Revisa esta lista y fortalecé tu intensidad emocional y tu sentido de la certidumbre de que esas creencias son ciertas y reales, y de que pueden guiar tus comportamientos futuros.
Y ahora, echémosle un vistazo a tus creencias limitadoras. Al revisarlas, ¿cuáles son algunas de las consecuencias que tienen para vos? Rodea con un círculo las dos creencias que te quiten más poder. Decidí ahora mismo, de una vez y para siempre, que ya no estás dispuesto a pagar el precio que esas creencias suponen para tu vida. Recordá que si empezás a dudar de las creencias y cuestionas su validez, podés sacudir sus patas de referencia, de modo que ya no te impactarán. Sacudí esas patas de certidumbre de debajo de tus creencias limitadoras haciéndote alguna de las siguientes preguntas:
1. ¿Cómo es de ridícula o absurda esta creencia?
2. La persona de la que aprendí esta creencia; ¿valdría la pena imitarla en este ámbito en particular?
3. ¿Qué me costará emocionalmente el no desprenderme de esta creencia?
4. ¿Cuál será el coste para mis relaciones si no me desprendo de esta creencia?
5. ¿Cuál será el coste físico si no me desprendo de esta creencia?
6. ¿Cuál será el coste financiero si no me desprendo de esta creencia?
7. ¿Cuál será el coste para mi familia y mis seres queridos si no me desprendo de esta creencia?
Si te tomaste el tiempo necesario para contestar estas preguntas, quizá descubras que se debilitaron de forma significativa bajo el escrutinio de las preguntas. Ahora, asociá por completo a lo que estas creencias te estuvieron costando, y a los verdaderos costes que tendrán para tu futuro si no cambias. Vinculá a ellas un dolor tan intenso que quieras desprenderte de ellas para siempre y, finalmente, decidí hacerlo así a partir de ahora.
Pero no podemos desprendernos de una pauta sin sustituirla por una nueva. Así que, ahora mismo, anotá con qué vas a sustituir las dos creencias limitadoras que acabas de eliminar. ¿Se trata de sus antítesis? Por ejemplo, si tenías la creencia de que «Nunca podré alcanzar el éxito porque soy una mujer», tu nueva creencia puede ser: «Precisamente porque soy una mujer dispongo de unos recursos que jamás tendrá un hombre». ¿Cuáles son algunas de las referencias con las que podés apoyar esta idea de forma que empieces a sentir la certidumbre acerca de ella? A medida que refuerces y fortalezcas esta creencia, vas a empezar a dirigir tu comportamiento de una forma completamente nueva que te dará más poder.
Si no estás logrando los resultados que deseas alcanzar en tu vida, te sugiero que te preguntes: «¿Qué tendría que creer para alcanzar el éxito aquí?», o bien: «¿Quién está teniendo ya éxito en este ámbito, y qué creen esas personas que sea diferente de lo que yo hago acerca de lo que es posible?», o bien: «¿En qué hay que creer para alcanzar el éxito?» Es muy posible que descubras así la creencia clave que te estuvo eludiendo. Si experimentas dolor, si te sentís desafiado, frustrado o enojado” quizá puedas preguntarte: «¿En qué tendría que creer para sentirme como me siento?» El milagro de este sencillo proceso consiste en que vas a descubrir creencias de las que ni siquiera sos consciente. Por ejemplo, si te sentís deprimido y te preguntas: «¿En qué tendría que creer para sentirme deprimido?», probablemente vas a encontrar una respuesta relacionada con el futuro, como: «Las cosas no mejorarán nunca», o bien: «No hay ninguna esperanza». Una vez hayas verbalizado estas creencias, quizá pienses:
«¡Pero si yo no creo en eso! Me siento mal ahora, pero sé que no voy a sentirme así siempre. Esto también va a pasar». O quizá decidas que la creencia en que tendrás problemas permanentemente es algo totalmente destructivo, y que ni siquiera estás dispuesto a volverlo a considerar así.
Mientras estás examinando estas creencias limitadoras, observá cómo cambian tus sentimientos. Tomá conciencia, creé y confiá en que, si cambias el significado de cualquier acontecimiento en tu mente, vas a cambiar de inmediato la forma en que te sentís y lo que haces, lo que te va a conducir a un cambio de tus acciones y, de ese modo, vas a transformar tu destino. Cambiar el significado de algo va a cambiar también las decisiones que tomes. Recordá que no hay nada en la vida que tenga ningún significado, excepto el que vos mismo quieras darle. Así pues, asegurate de elegir conscientemente los significados que te parezcan más en consonancia con el destino que elegiste para vos mismo.
Las creencias tienen el imponente potencial de crear o destruir. Si estás leyendo esto es porque en lo más profundo de vos mismo decidiste no conformarte con menos de lo mejor que seas capaz de conseguir. ¿Querés aprovechar realmente el poder para crear la visión que deseas, en lugar de destruir tus sueños? Entonces, aprendé a elegir las creencias que te dan poder, a crear las convicciones que te impulsen en la dirección del destino que te exija lo más elevado que hay en vos. Tu familia, tu negocio, tu comunidad y tu país no se merecen menos.
EL LIDERAZGO y EL PODER DE LA CREENCIA.
Los líderes son aquellos individuos que viven con creencias que les dan poder y que enseñan a otros a aprovechar sus capacidades, desplazando las creencias que los limitaron. Una gran líder que me impresionó es una maestra llamada Marva Collins. Tendrías que haber visto el programa de 60 minutos, o la película que se hizo sobre ella. Hace treinta años Marva utilizó su poder personal, y decidió alcanzar el futuro estableciendo una verdadera diferencia en las vidas de sus niños. Su desafío: los alumnos de segundo de básica ya habían decidido que no querían aprender nada.
Cuando se encuentran dos personas, aquella de las dos que haya tomado una decisión real (la que se haya comprometido a nivel más profundo) va a terminar por influir sobre la otra persona si hay relación.
La misión de Marva consiste en ponerse en contacto con estos niños. No tiene simplemente la creencia de que puede ejercer un impacto sobre ellos, sino que posee la convicción apasionada y profundamente enraizada de que los Influirá para bien. Y no hubo límites en cuanto a la medida de o que haría. Enfrentada a niños etiquetados como disléxicos y toda otra clase de desórdenes de aprendizaje y de comportamiento, decidió que el problema no se encontraba en los niños, sino en la forma en que se les había enseñado. Nadie les había planteando un verdadero desafío, por lo que ellos no creian en sí mismos. No disponían de referencias en cuanto a verse empujados para avanzar y descubrir quiénes eran realmente o de qué eran capaces. Los seres humanos responden al desafío, y ella estaba convencida de que eso era lo que necesitaban estos niños, más que ninguna otra cosa.
Así pues, eliminó todos los viejos libros que decían «Vea marchar a Spot», y en lugar de eso empezó a enseñarles Shakespeare, Sófocles y Tolstoi. Todos los demás maestros dijeron cosas como: «No hay forma de que esto salga bien, de que estos niños puedan comprender eso». Como bien puede suponer, atacaron personalmente a Marva, diciendo que iba a destruir la vida de estos niños. Pero los alumnos de Marva no sólo comprendieron el material, sino que se entusiasmaron con él. ¿Por qué? Porque ella creía fervientemente en la singularidad del espíritu de cada uno de ellos y en su capacidad para aprender cualquier cosa. Se comunicó con ellos con tal congruencia y amor que consiguió que creyeran en sí mismos, lo que para algunos de ellos sucedió por primera vez en sus vidas. Los resultados que ella alcanzó durante décadas fueron extraordinarios.
Conocí por primera vez a Marva y la entrevisté en la escuela preparatoria de Westside, la escuela privada que fundó al margen del sistema escolar de la ciudad de Chicago. Después de nuestro encuentro, decidí entrevistar a algunos de sus alumnos. El primero de ellos tenía poco más de cuatro años, y me mostró una sonrisa deslumbrante. Le estreché la mano.
-Hola, soy Tony Robbins.
-Hola, señor Robbins, yo me llamo Talmadge E. Griffin. Tengo cuatro años de edad. ¿Qué le gustaría saber?
-Bueno, Talmadge, dime, ¿qué estás estudiando estos días?
-Estoy estudiando muchas cosas, señor Robbins.
-Bien, ¿y qué libros leiste recientemente?
-Pues terminé de leer De los ratones y los hombres, de John Steinbeck.
No hace falta decir que me sentí muy impresionado. Le pregunté de qué trataba el libro, imaginándome que diría algo así como que trataba de dos tipos llamados George y Lenny.
-Bueno -me contestó-, el protagonista principal es…
¡Para entonces yo ya era un creyente! Luego, le pregunté qué había aprendido del libro.
-Señor Robbins, hice algo más que aprender de este libro. Este libro me impregno el alma.
Empecé a reírme y pregunté:
-¿Qué significa «impregnar»?
-Difundirse a través de algo -me contestó y luego me ofreció una definición más completa de la que yo mismo podría darle a usted-¿y qué es lo que más te conmovió de este libro, Talmadge?
-Señor Robbins, observé en esa historia que los niños nunca juzgan a ninguna otra persona por el color de su piel. Eso sólo lo hacen los adultos. Lo que aprendí de eso es que, aunque algún día me convierta en un adulto, nunca voy a olvidar las lecciones de un niño.
Se me saltaron las lágrimas de los ojos al comprender que Marva Collins le estaba proporcionando a este jovencito y a otros tantos como él la clase de poderosas creencias que continuarán configurando sus decisiones no sólo en la actualidad, sino durante toda su vida. Marva aumenta la calidad de vida de sus alumnos utilizando para ello los tres principios organizativos de los que hablé al principio: les impulsa a progresar hacia un criterio más alto, les ayuda a adoptar creencias nuevas y más poderosas que les permitan progresar más allá de sus viejas limitaciones, y apoya todo eso con habilidades y estrategias específicas necesarias para el éxito a lo largo de toda la vida. ¿Los resultados? Sus estudiantes no sólo adquieren confianza en sí mismos, sino que son competentes.
Los resultados inmediatos, en términos de excelencia académica, son realmente asombrosos, y los efectos acumulativos generados en sus vidas cotidianas son profundos. Finalmente, le pregunté a Talmadge:
-¿Qué es lo más importante que te enseño la señora Collins?
-Lo más importante que me enseñó la señora Collins es que la sociedad puede predecir mi destino, pero que sólo yo voy a poder determinarlo.
Quizá todos nosotros necesitemos recordar las lecciones de un niño. Con las creencias que el joven Talmadge expresó de una forma tan hermosa, garantizo que tanto él como otros niños de su clase dispondrán de una gran oportunidad para interpretar continuamente sus vidas de una forma capaz de crear el futuro que ellos mismos deseen, antes que el futuro que teme la mayoría de las personas.


Autor:
Matias Gandolfo
Quiero compartir mi experiencia y aprendizaje personal,
y ayudarles a transformar sus vidas.
Generar un puente hacia tus sueños
Muy buen artículo!
Gracias Adri!!! Siempre es bueno saber que leen lo que escribo.
Maravilloso el artículo. Me llevo respuestas, preguntas, inquietudes. Es para releer. Bravo!
Que bueno, Eugenia. Gracias.
Muy lindo articulo,muy enriquecedor la experiencia de vida y como el fijar metas con afirmaciones positivas cambian los resultados q hacen al hacer diario..somos hacedores constantes de nuestro futuro!! gracias!!gracias!!
Gracias, Patricia, por estar ahi. Abrazo grande.